Las manos vacías del antipolítico Por El Zorzal

En General Alvarado, cada tanto aparece algún iluminado que cree haber inventado la pólvora de la política. Hoy ese personaje tiene apodo: “Mano”. El hombre que quiso golpear la mesa del sistema, pero terminó dándosele vuelta la copa sobre su propio mantel.

Desde sus comienzos, "Mano" intentó jugar al outsider rebelde, con un discurso que parecía calcado del libertarismo más ruidoso: gritos contra “la casta”, insultos a los sindicatos, desprecio por el Estado y promesas de refundar la política “desde cero”. Pero cuando llegó la hora de los papeles, la rebeldía se le atragantó con la burocracia: no pudo inscribir su partido "Acción Alvarado" y, como suele pasar con los improvisados, tuvo que arrimarse al calor de otro sello "Potencia" para poder figurar en una boleta.

Ahí, el rugido libertario se transformó en un maullido moderado. Donde antes había fuego, aparecieron frases ensayadas sobre el “diálogo” y la “construcción colectiva”. Pero la careta duró muy poco: las urnas hablaron y la "Potencia" se apagó antes de encenderse. Sin votos, sin estructura y sin rumbo, "Mano" volvió a lo que mejor sabe hacer: gritar desde afuera.

Ahora reaparece, otra vez con "Acción Alvarado", pretendiendo vender el mismo humo con distinto envase. Cambia el eslogan, pero no el fondo: el desprecio por la política, el ataque fácil, la pose del indignado que nunca tuvo que tomar decisiones reales. Es el manual del resentido con micrófono, que se cree revolucionario porque no entiende cómo funciona el Estado.

La historia es vieja y repetida: los “anti-política” terminan siendo los más políticos de todos, pero de los malos. Sin ideas, sin equipo, sin raíces. Y aunque "Mano" levante su dedo para señalar culpables, el pueblo ya aprendió a distinguir entre quienes construyen y quienes solo destruyen.

En tiempos donde la patria necesita unidad y trabajo, estos personajes solo traen ruido y espejitos de colores.

Porque las manos que no construyen, destruyen.-